EXPERIENCIA MELANCÓLICA
Cada día dejo el orfelinato con tristeza, a la seis de la tarde los visitantes ya no pueden estar en él, sin embargo espero que llegue el día siguiente para poder disfrutar de las sonrisas de los niños huérfanos que ningún padre o madre se preocupa de ellos, unicamente conocen la mano dura de las cuidadoras que constantemente les recuerdan que allí mandan ellas sin tener en cuenta que aquellas criaturas necesitan un poco de amor y cariño. Llego por la mañana a las diez, Elias de cuatro años tan pronto me ve sale corriendo a recibirme con los brazos en cruz para que lo abrace y lo alce a la altura de mis hombros. Elias no habla, siempre tiene el semblante serio sin embargo su simpatia y cariño me llena de gozo, despues de tenerlo unos instantes abrazado el me invita a ver al resto de sus compañeros de habitación. Son diez niños de entre cuatro y cinco años, alguno de ellos no es adoptable porque sufre retraso o deficiencia, sin embargo constantemente hay personas que se interesan por ellos para adopción. Mi estancia en el orfelinato me ha marcado mucho. Despues de contemplar la cantidad de niños abandonados uno no deja de pensar en las buenas personas que piensan en ellos con el fin de la adopción. Yo unicamente conocía la parte medio-alegre del centro. Un día por casualidad visité la sala de los bebés. Exactamente habían cincuenta y cuatro de 0 a 1 año y sin lugar a dudas, todos ellos sin conocer el cariño de unos brazos o el latido de corazón de una madre. A la hora del biberon las cuidadoras no se pueden entretener en dárselo a cada bebé, unicamente les atan una toalla en el cuello que agüantará el biberon con la leche para que el bebé chupe hasta terminar. La imagen de aquella sala nuca de me borrará de mi memoria.
Siento que me relato sea un poco duro pero tenía la necesidad de exponerlo.
Personad la EXPERIENCIA MELANCÓLICA.
BONA NIT